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DESAMOR: SUFRIR POR AMOR

Probablemente el dolor que el amante experimenta tras la ruptura con su pareja, sea muy semejante y no menos intenso que el que se experimenta en el duelo por la muerte de un ser querido. Tras el desamor, por tanto no sólo hay un sufrimiento, podríamos decir psicológico, sino también físico. De hecho la gente describe el sufrimiento que experimenta tras el desamor con definiciones tales como tener el corazón partido, tener el corazón roto. Los sujetos que han vivido una reciente ruptura de pareja, también describen casi siempre síntomas físicos tales como: Opresión precordial, punzadas en la región cardiaca, sensación de ahogo y dificultad respiratoria, sensación de vacío bajo el esternón, así como otros, a caballo entre los síntomas físicos y psicológicos como: Insomnio, dificultad para el conciliar el sueño, descanso deficiente, agitación desasosiego, intranquilidad, nerviosismo, apatía, desmotivación, cansancio y fatigabilidad. Por tanto podemos concluir que la ruptura de pareja genera intenso dolor y que incluso el intenso dolor físico que refieren las personas que acaban de romper con sus parejas, es real. 
Según los psiquiatras Lewis, Amini y Iannon, el proceso de rechazo romántico está dividido en dos fases: Una primera a la que denominan, fase de protesta y otras segunda a la que denominan fase de resignación o desesperación. Consideran que la primera fase de protesta, se encuentra presente en la mayor parte de los mamíferos sociales cuando se produce una separación de uno de lo miembros del grupo, la mayoría de las veces la madre. Parece estar ligada a los altos niveles de dopamina y noradrenalina. Estos son lo neurotransmisores responsables del alto nivel de alerta y activadores de conductas cuya misión es obtener ayuda para encontrar a quien le abandono. 
En el caso de los humanos, durante esta fase de protesta, y en el caso de una ruptura sentimental, el amante abandonado, se vuelve obsesivo intentando encontrar una explicación de los posibles motivos que pudieron dar lugar a la ruptura. Dedica gran parte de su tiempo a tratar de conseguir la vuelta a su amado. Generalmente hace actos dramáticos, humillantes e incluso peligrosos ante su amado: llegan de improviso a su trabajo, a su casa, y ruegan que se les ofrezca otra oportunidad, hacen llamadas desesperadas e inoportunas, escriben cartas desesperadas, ruegan, acusan e intentan volver a seducir a quien los abandonó. Cuando tras todos sus esfuerzos infructuosos y pasado el tiempo comienzan a darse por vencidos y a tomar conciencia de el amor perdido no volverá, entran en la segunda fase, la de resignación y desesperación. Llenos de dolor, lloran sin parar, se quedan en la cama, se sienten perdidos en el espacio, beben mucho, ven televisión. En estas circunstancias el amante abandonado se ve sumido en intenso sentimientos de nostalgia y melancolía. La respuesta de desesperación se ha asociado con diferentes redes cerebrales entre ellas las del sistema de recompensa. Conforme el amante abandonado descubre que su recompensa (es decir, su amado) no volverá, las células generadoras de dopamina disminuyen su actividad, lo que en ello que parece ser responsable del letargo, melancolía y depresión en que se sume. 
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