“Me levanto por la mañanas pero no le encuentro sentido a la vida. Me encierro en casa y no tengo ganas de hacer nada. Me pongo delante del ordenador y me bloqueo, voy caminando por la casa sin saber qué hacer. Es como si una especie de muro se pusiera delante de mí y no fuera capaz de desenvolverme, sin pensamientos, sin motivación y con un miedo invisible que me tiene encadenado”.
Este comentario es un auténtico sufrimiento. Cuando no tenemos nada que ofrecer, cuando creemos que la vida nada nos puede aportar, un absurdo inmovilismo se apodera de nosotros impidiéndonos encontrar un resquicio de luz que pueda ayudarnos a salir.
No podemos quedarnos a esperar que “algo” surja de la nada y que nos guíe en una buena dirección. Parémonos a meditar en qué lugar estamos y prioricemos lo que verdaderamente es necesario para dar un cambio radical a nuestra situación.
¿Estás preparado?
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