Los estudios sobre la conducta de los animales demuestran que el juego proporciona medios de exploración y de ejercitación de conductas que posteriormente le servirán al adulto para adaptarse y sobrevivir en el medio. Los humanos no sólo jugamos más sino que lo hacemos durante más tiempo, también de adultos. Aprender, a la vez que se disfruta, es la gran clave.
Durante el juego, lo reforzante no es el resultado sino la misma ejecución. Puesto que la finalidad del juego está en la actividad misma que produce placer, el niño se ejercita con toda libertad, sin la responsabilidad o presión de alcanzar un fín, sin la tensión de ser juzgado.
Jugar relaja, hace reir, vincula social y afectivamente, desarrolla la cooperación y la comprensión de las normas, produce una concentración o flujo mental solo es posible cuando existe una perfecta relación entre actividad y control. El juego se relaciona con la creatividad, al permitir la exploración de variaciones sobre la realidad. El juego es un motor de estimulación, de curiosidad, de exploración, de placer y de resolución de conflictos, cuyo principal motivo -cuando se juega de verdad-, no es un resultado especial, sino hacer cosas juntos. (Linaza,UAM)
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