La pareja forma parte de nosotros. Si alguien nos gusta es, sobre todo, porque hay “un algo” en esa persona que nosotros anhelamos. Es ahí cuando surge el complemento perfecto. Sin embargo, una persona que hoy nos puede fascinar puede que mañana no sea así.
Queramos o no, no somos nosotros quienes regimos en nuestros sentimientos. Hay una línea muy fina que separa el encanto del desencanto porque los seres humanos estamos en constante evolución y aprendizaje. Realmente cuando estamos "hipnotizados" por alguien, no vemos a esa persona como tal sino que únicamente percibimos el placer que nos produce alguien al que tenemos idealizado. ¿Qué pasa, entonces, cuando esa persona deja de aportarnos ese placer? Es evidente; viene la desilusión, la decepción, el engaño e incluso, a veces, hasta la indiferencia.
Si no se ha establecido algo más profundo y enriquecedor que el simple deseo o la simple “química” entre la pareja (algo muy típico del “proceso de enamoramiento”) el resultado es que cuando todo eso disminuye o se desvanece, la pareja se encuentra con que no existe ningún vínculo “bioquímico” que les una. No obstante, si la pareja logra mantener cierta “química” y pone luego todo una maquinaria de afecto, cariño y ternura, el amor se mantiene.
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